A
veces la vida nos va cambiando las reglas del juego. En ocasiones, no sabemos
si estamos perdiendo más de lo que ganamos o si estamos ganando más de todo lo
perdido. Es tiempo de pandemia. Es tiempo de guardar a quienes más queremos. Cuidar
a nuestros padres, nuestros hermanos y hasta a nuestros hijos, para seguir manteniéndolos
con nosotros.
La
vida nos ha cambiado. Hoy y hasta ayer, no sabíamos el frío que corría en las
vidrieras y las ausencias de quien quiera comprar lo que hay en ellas. Hoy las
galerías se cierran y en las tiendas sólo existen ausencias de fantasmas que
sólo quieren subsistir, y no existir.
Hoy
no existe un boleto de regreso a aquellos tiempos que ya pasaron y que ya se
fueron.
Hoy
extrañamos ese abrazo de amigo. Esa complicidad. Ese querer estar y tal vez no
estar, pero querernos juntos. Ese nos vemos, que puede que nunca sea un, nos
vemos. Ese mutual valor de amarnos sin nunca haber dicho nos queremos.
Extraño
no haber vivido la vida del modo que la tenía.
Pandemia…
Cuánto
me has enseñado.
Me
has enseñado que la vida de nada sirve sin mi madre, que con su incondicional
amor ha puesto todo en mis manos para ayudarme en las buenas y por sobre todo
en las malas opciones que he elegido. Me has enseñado que sin mis hermanos, la
vida siempre ha sido fácil, pero sin ellos no lo habría logrado. Bendita sangre
de mi vida. Me has enseñado que sin mis hijos, un afortunado varón y una
aguerrida mujer, serán el futuro de mi ser y los acompañaré siempre y en cada
rincón de mi vida.
Pero
eso no es todo…
Producto
del silencio, de las letras calladas, del vacío… Me has enseñado una mujer que
hoy he aprendido a conocer. Una mujer simple, sencilla y adorable. Una mujer que
ama mi inexactitud. Mi no sé para dónde voy?... Pero sé dónde voy a llegar. Una
mujer leal y legal. Una mujer que va a ser el amor de mi vida.
Has
descubierto lo mejor de mí y lo mal que yo estaba por vivir sin ti.
Es
contradictorio escribir esto, pero gracias Pandemia por llegar a mi vida.