Días largos, cansadores y grises desnudaron mayo para
abrigar junio. El invierno anunció su llegada con fuertes vientos dando paso al
intenso frío que ahora azota a mi ciudad. La lluvia violenta que inundó las
aceras hace unos días, por hoy se invita tímida y se viste de ingenua
seduciendo al sol que intenta defender su reinado. Nos gobiernan las nubes cercanas
y vecinas, ensombreciendo la esperanza del astro sometido a su lejanía nuestra.
Quizás estos días sean una lección de vida. Quizás nos
preocupamos demasiado de nuestras metas inmediatas, olvidando el objetivo.
Quizás nos detiene el tropiezo en el peldaño, el dolor de la caída y el propio
argumento innecesario, en el que nos justificamos las razones que nos
cuestionamos después.
Han sido días de pérdidas, pero no perdidos, sino
aprendidos. Pecados no propios. sino alquilados, con un saldo por vencer.
Y en medio de la casa paciente esperando el final del día
para verme llegar, me culpo cada noche alejado de estas letras pero no de tu
recuerdo, ni menos de ti.
Alguna vez escribí: “Se te extraña demasiado”… A no dudar,
en esta noche fría, entre estas paredes húmedas, entre mis pies con barro,
entre estos días grises y cansados, entre la venenosa mezcla de soledad y
ausencia… A no dudar, no me basta esta colección de noches sin ti.
Al menos, no por hoy.
De nada vale llorar a la luna si nunca le sonreíste al sol.
Hace frío… pero haces más falta tú.
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El silencio que queda después de estas letras es una puerta abierta. Adelante, estás en casa...