Ciertamente la vida nos va atrapando entre algunos tediosos
conciertos que alguien llamó rutina. Canciones que alguna vez fueron nuevas y
hoy suenan repetidas en la misma estación de radio. Nada nuevo. Intrascendental
y de relleno como un martes, miércoles o jueves. Nada que sorprenda tus días.
Llegas a casa arrastrando los mismos aplausos y aquellas viejas críticas. Todo
da igual y a veces es mejor ver pacientemente como las semanas se consumen en
tardes de domingo o hacer eterno el amarillo del semáforo. Da igual.
Ciertamente no estamos despertando del sueño que tuvimos una
vez de niños. Somos otros, distintos. Y aquel millón de argumentos que tenemos
para justificar que equivocamos el camino, no nos absuelve de la sentencia a
seguir siendo nosotros mismos. Hay que
pagar la culpa de haber querido ser mejores.
Ciertamente la vida ocurre esperando tu llamada que no
llega, tu sonrisa que no acontece, o tu abrazo en el retrato que no cuelga de
la pared.
Ciertamente escribo lo que soy sin ti, esperando tu regreso,
mientras decides no volver.
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El silencio que queda después de estas letras es una puerta abierta. Adelante, estás en casa...