Cuenta regresiva hacia el minuto
cero.
Las calles y tiendas se llenan de
preparativos para recibir el nuevo año. La ciudad enloquece y se repiten las
filas en los supermercados, terminales de buses y estaciones de ferrocarril.
Hemos de prepararnos para el cambio de calendario. No está demás seguir las
tradiciones rituales de nuestro pueblo o algunas adquiridas por efecto de la
globalización. Así brindaremos con champaña, alguna niña soltera vestirá ropa
interior amarilla, comeremos uvas, pasearemos una maleta o quemaremos la ropa
vieja. Vamos a intentarlo todo para que esta noche no dibuje soledades. Que los
amigos brinden, que los familiares se reencuentren, que los amores se besen.
Al final del camino es más fácil
olvidar las piedras. Por hoy no duele el trayecto del año que llevamos a
cuestas. Quizás por eso debemos renovar las fuerzas con la seria promesa de
esta vez cumplir los sueños pendientes. Levantarnos del sillón y volver al
camino, o abrirlo si hace falta. Dejar de pensar y acercar las manos.
Que tu primer abrazo sea para ti,
para la gran maravilla que eres, porque te lo debes. Porque nadie como tú
distrae al mundo con una sonrisa para que no vean tus lágrimas. Porque creas la
magia. Porque te levantas de madrugada, porque besas la frente, porque quitas
la fiebre y sin ser el Nazareno multiplicas el pan con lo que te queda de
sueldo. Porque no siempre da frutos lo que haces, ni esperas reconocimiento por
lo que quiebras tu espalda. Por ser la última persona que apaga la luz en casa.
Porque tus sueños no siempre acompañan tu almohada y si bien no aparezcas en
fotografías, eres el mejor recuerdo.
Te debes ese minuto cero y esa
razón de ser feliz que eres tú.
Aunque no seas mi primer abrazo
del año que comienza, serás el de todos los días.
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El silencio que queda después de estas letras es una puerta abierta. Adelante, estás en casa...