Mis letras no acostumbran a hablar de política ni de
religión, por respeto a la universalidad de creencias que es lo que nos hace ser
únicos e irrepetibles. Desde pequeño se me enseñó a tolerar la diversidad de
pensamiento, a defender las ideas sin imponerlas y a no soportar las
injusticias.
Hoy en cambio, me autoconcedo la licencia de dejarte
pendiente esta noche amor, por un dolor que lleva algunos días acrecentándose
en las venas. Bien sabes que no soporto mantenerme impasible al borde del
camino.
Me resulta imposible cerrar los ojos, taparme los oídos o
responder con silencio a lo que sucede en Venezuela. Tal vez sean recuerdos que
se me vienen a la memoria los que se mezclan con las imágenes que llegan. La
desigualdad en la lucha de las ideas contra el poder o la injusticia de las
manos vacías contra las armas.
“Pensar es un acto de rebelión”, escribí una vez en los
pasillos de la universidad. Eran otros tiempos, otros colores, otros
hemisferios, pero la misma lucha que hoy veo en Venezuela. Estudiantes armados
con cuadernos, dueñas de casa con ollas, caceroleos, noches angustiadas con
lluvia de balas, cortes de luz y gas lacrimógeno en el aire.
Si en nuestras propias vidas aunque cambiemos el camino
tropezamos con la misma piedra, como países estamos destinados a repetir
errores aunque cambiemos gobiernos. No aprendemos por más que nos llenemos de
experiencia. Sucedió ayer en Chile contra Pinochet, sucede hoy en Venezuela
contra Maduro.
No te confundas. No hablo de política sino de injusticias.
Porque toda muerte es indebida e innecesaria.
Privar el pensamiento es limitar los sueños… Hoy que ya
abandoné la universidad, me falta un muro donde escribirlo. Aunque me
reconforta saber que nuevas generaciones han heredado la lucha por sus ideales.
Aún sin conocerte, me dueles Venezuela… Y es que así son los
grandes amores.
No estás sola.