Porque no siempre las cosas resultan como queremos... y porque suelen ser como son, aunque nos cueste aceptarlo. Bienvenidas las almas solitarias que deambulan preguntándose: Hasta cuándo?...
lunes, 29 de marzo de 2010
Culpable
No se si culparme por este dolor de adentro, por la constante tristeza, por el auto-daño, por creerte de nuevo...
O por seguirte amando tanto.
De una u otra manera, te absuelvo de toda pena... y del olvido.
Una vez mas... de cero
Lo has hecho otra vez.
No te bastaba seguir entre mis sueños y mis recuerdos. No te era suficiente eso.
Volviste a aparecer. Volviste a seducir con tus ojos y hacer arder el amor con tu mirada. Volviste a abrir mis alas con tu abrazo para invitarme a volar juntos otra vez.
Y yo te miré. Te escuché. Te leí… cerré mis ojos a tu retrato de antes y mis oídos a las voces que hablaban de daños pasados.
Abandonado a ese bosque en el que entramos cuando nos enamoramos, en el cual intentamos avanzar, encontrar un camino. Entregado a la sombra de esos árboles que nos protegen tanto del sol como de la lluvia y el frío. Ese bosque tal vez grande o tal vez pequeño y que nunca averiguaremos su tamaño ni su importancia en nuestras vidas, sino sólo cruzándolo o quedándonos para siempre en él.
Yo sin pensarlo siquiera, sequé mi mejilla y te seguí. Volví a creer en ti.
Porque no existe un lugar favorito para mi que no esté en tu cuerpo. Todo está en ti. Mis sentimientos, mis buenos y malos momentos. Lo que soy, lo que dejé de ser y lo que quise ser algún día. Todo… mi vida.
Volví a volar a tu lado y a guiar tu vuelo.
Alimentado por aquel bosque eterno, volvieron a soplar vientos de esperanzas suficientes para comenzar a soñar con los ojos abiertos.
Yo te dije: “Quédate para siempre”
Pero tú…
Tú volviste a hacerlo.
No te bastaba seguir entre mis sueños y mis recuerdos. No te era suficiente eso.
Volviste a aparecer. Volviste a seducir con tus ojos y hacer arder el amor con tu mirada. Volviste a abrir mis alas con tu abrazo para invitarme a volar juntos otra vez.
Y yo te miré. Te escuché. Te leí… cerré mis ojos a tu retrato de antes y mis oídos a las voces que hablaban de daños pasados.
Abandonado a ese bosque en el que entramos cuando nos enamoramos, en el cual intentamos avanzar, encontrar un camino. Entregado a la sombra de esos árboles que nos protegen tanto del sol como de la lluvia y el frío. Ese bosque tal vez grande o tal vez pequeño y que nunca averiguaremos su tamaño ni su importancia en nuestras vidas, sino sólo cruzándolo o quedándonos para siempre en él.
Yo sin pensarlo siquiera, sequé mi mejilla y te seguí. Volví a creer en ti.
Porque no existe un lugar favorito para mi que no esté en tu cuerpo. Todo está en ti. Mis sentimientos, mis buenos y malos momentos. Lo que soy, lo que dejé de ser y lo que quise ser algún día. Todo… mi vida.
Volví a volar a tu lado y a guiar tu vuelo.
Alimentado por aquel bosque eterno, volvieron a soplar vientos de esperanzas suficientes para comenzar a soñar con los ojos abiertos.
Yo te dije: “Quédate para siempre”
Pero tú…
Tú volviste a hacerlo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)