La tarde se fue llenando de ilusiones que paso a paso van haciendo real el sueño.
Comenzaba a coleccionar sonrisas de aquellas que se extrañan y recuerdan en las noches de invierno. Nuevos abrazos, manos que se juntan y nuevos besos de rostros tan familiares que basta cruzar miradas para reconocernos. Todos en búsqueda de tu felicidad... y tus ojos brillaban en medio.

Repasamos los lugares, atento a tus historias, que a la vez me recordaron los motivos por los que sigo vivo. Aquel lugar donde caíste, la vieja escuela, la sede comunitaria… y cómo olvidar las señoritas solteras. Respiraba en tus ojos paz, amor y ese olor a nuevos sueños de mi mano que se confundía con la tierra mojada, el pasto, los pinos y los eucaliptos.
De regreso a la ciudad, entre las luces de neón que en su manto eléctrico intentaban ocultar las estrellas, reviví tu imagen congelada tras despedirnos. Perfecta, esbelta, adorable, enviándome un beso. Sonreí a las historias por conocer y te asumí como la mejor medicina a mi cuadro febril. Sin dudar, el ibuprofeno es menos efectivo que tu beso.
Mientras cruzo la vista atrás imagino los abrazos pendientes y no me queda más que agradecer. Dar las gracias no es ni será suficiente por todo lo vivido hoy. Adeudo mil momentos buenos a tanta gente que recién comienzo a conocer. Y por sobre todo a ti, que una vez más y como tantas otras veces, te vuelves eterna.
Ganas de volver… mañana puede ser un buen día.
Se parece a lo que viví esta semana, me encanta, el pequeño detalle que yo no volveré a despedirme, ni lo volveré a ver, pero me gusta,...
ResponderEliminarLeerte me llena de gozo, besos
EXCELENTE
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